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el jardín de la madre

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Dicen que había una vez un chavalito que vivía con su madre en una vivienda modesta, aunque rodeada por un maravilloso jardín. El jardín era tan bello y rico en flores que la gente venía desde lejos para admirarlo

Un día la madre, casi anciana, enfermó y tenía una única preocupación, qué le pasaría a su jardín. El joven le dijo: «No te preocupes, yo me encargaré de él». Y así lo hizo, se hizo cargo, trabajándolo desde la mañana a la noche.

Cuando la madre se sintió mejor, apenas fue capaz de levantarse y caminar, fue a ver el jardín y se quedó consternada: estaba en unas condiciones desastrosas! Todas las plantas se habían secado, las flores estaban mustias y caídas por el suelo

Disgustada le preguntó a su hijo: Pero, cómo? Estabas en el jardín todo el día! ¿Que hacías? Todas las flores se han caído. Todo el jardín está marchito. Todas las plantas se están muriendo. Entonces, ¿que hacías en el jardín todo el santo día?

Él también estaba turbado. Había trabajado en el jardín cada día desde la mañana a la noche, pero todo había salido mal.  El chico dijo llorando: Yo he cuidado del jardín con todo mi cariño. Besaba cada una de las flores y les hablaba. Limpiaba y quitaba el polvo de cada hoja…. Y el jardín moría ante mis ojos, y yo no podía hacer nada”

Su madre, con más calma, le dijo: “Ven aquí, quizás no te haya explicado bien una cosa: que la vida de las flores no está en las flores y que la vida de las hojas no está en las hojas. La vida de una planta está en un lugar que no es visible: se encuentra en las raíces, escondidas en la tierra”

Si no te ocupas de las raíces, no puedes encargarte de las flores ni de las hojas, porque no importa cuánto amor puedas demostrar a aquello que ves, la planta se marchitará. Al revés, si no te ocupas completamente de las flores, pero cuidas las raíces, las flores se cuidarán a sí mismas: ellas provienen de las raíces, y no al revés, las raíces no nacen de las flores.